«El ser humano promedio es egoista en un noventa y cinco por ciento». Así opinaba el economista Gordon Tullock. Es probable que muchos lectores discrepen con respecto a este modo de entender las motivaciones y comportamiento humanos; algunos se mostrarán claramente de acuerdo. Según algunas investigaciones, es posible que los economistas tiendan a abrazar esta idea, que lo hagan por la formación que reciben y que, como profecía autocumplida, acaben por comportarse con un mayor egoísmo.
En uno de los primeros artículos en esta línea, Frank, Gilovich y Regan (1993) investigan si los estudiantes de Economía, expuestos al modelo «egoísta»¹ en el que el interés propio es la principal motivación de los individuos, se comportan efectivamente de manera distinta al resto de la población. Para ello, presentan evidencia tanto propia como ajena que muestra, por ejemplo, que los estudiantes de 1º de Economía son mucho más propensos a ser free-riders (‘gorrones’) en experimentos sobre contribuciones a bienes públicos, que proponen repartos mucho más desiguales en juegos del ultimátum, o que cumplen menos sus promesas cuando se enfrentan a otros en dilemas del prisionero².
Con el fin de verificar situaciones fuera del laboratorio, los autores enviaron cuestionarios a profesores universitarios de diversas disciplinas, preguntándoles cuánto donaban al año a beneficiencia. Encontraron que el porcentaje de profesores de Economía que no donaba nada no sólo era muy superior al resto, sino que además eran de los menos generosos, pese a sus (en general) mayores salarios. Sin embargo, también encontraron que, en muchas otras situaciones, como a la hora de emprender acciones administrativas para penalizar a un alumno que hubiera copiado (aunque éstas tuviesen un coste), realizar tareas de voluntariado o votar en las elecciones presidenciales (puesto que la probabilidad de que tu voto sea decisivo es ínfima, ir a votar se supone irracional), se comportaban aproximadamente como la media.
Encontrar diferencias en estudiantes o profesores de Economía con respecto a otros grupos no es condición suficiente para asumir que son los estudios quienes causan estas diferencias. Los diseños de las investigación llevan a problemas a la hora de atribuir claras conexiones causales. Estas investigaciones no pueden ser experimentales: por razones claras, no se asigna aleatoriamente qué estudiantes cursan Economía y cuáles no. Por tanto, varias son las explicaciones posibles que permiten explicar el patrón de resultados. En el caso de los estudiantes, al menos dos interpretaciones alternativas son claras: o bien son los estudios la causa o bien los estudios de Economía llaman especialmente a un determinado perfil de alumnado (o tres si incluimos una mezcla de ambas opciones). En el caso de los profesores, su propio sueldo superior podría explicar su menor voluntad de cooperar (Kraus, Piff, & Keltner, 2011).
Para intentar afinar en el establecimiento de causas, recurren a dos estrategias: por un lado, diferentes estudiantes de diferentes cursos; por otro lado, los mismos estudiantes antes y después de completar un curso. Con la primera estrategia de investigación, ven que los estudiantes, en general, tienden a ser más cooperativos según avanzan en sus estudios y se acercan a la graduación, pero esta tendencia es menos marcada en los de Economía en comparación con otros estudiantes. Con la segunda estrategia, comparan a alumnos antes y después de recibir un curso de Economía. Tras esta formación, muestran una mayor deshonestidad. Con estos resultados, descartaron la autoselección y se decantaron por considerar que son los propios estudios los causantes de un mayor egoísmo.
El mecanismo sería el siguiente: el estudio de la Economía fomenta la visión de que los individuos están motivados principalmente por el interés propio; con este modelo de comportamiento humano, uno actúa de modo egoísta por coherencia y para anticiparse al esperable egoísmo de quienes nos rodean. En esta línea se encontraría el artículo de Xin y Liu (2013), donde los autores presentan los resultados de varios experimentos que muestran cómo la exposición directa al concepto de Homo Economicus (el individuo racional y motivado por el interés propio) puede debilitar la confianza en los otros.
Tres años después, se publicó un artículo donde Yezer, Goldfarb y Poppen (1996) respondían, teórica y empíricamente, a este estudio. En el plano teórico, señalan, por ejemplo, que la Economía dista de ser la defensa del interés propio sin más; dentro de la Economía se estudia y se defiende que la cooperación libre suele llevar a ganancias para todas las partes implicadas. Empíricamente, por ejemplo, aplican la técnica de la carta perdida: ¿en qué medida la gente se toma la molestia de llevar a un buzón una carta que se encuentran aparentemente perdida? En este caso, si bien sin que las diferencias lleguen a ser estadísticamente significativas con el nivel de confianza habitual, son los estudiantes de Economía quienes resultan más cooperadores.
Esto motivó una contrarréplica por parte de Frank y colabores (1996), en la que clarifican sus conclusiones y niegan explícitamente haber dicho «que el formación en Economía transforme a las personas en asesinos en serie», pero insisten en que «los hacen marginalmente menos dados a cooperar en dilemas sociales».
El debate, lejos de cerrarse, ha seguido abierto. Por ejemplo, en 2005, Bruno S. Frey y Stephan Meier publicaron «Selfish and indoctrinated economists?«, en el que atribuyen el mayor egoísmo de los estudiantes de Economía a un efecto de autoselección. Es importante señalar que para estos autores el mayor egoísmo en situaciones experimentales de los estudiantes no es tema de discusión, sino que la duda se encuentra en la causa de estas diferencias. También señalan que es posible que lo que se encuentran en las tareas experimentales de investigación «no se dé en situaciones de la vida real». Este problema de validez ecológica ya estaba en el centro del debate una década antes y es clave en el contexto de la Economía experimental: se debe ser cauto al extrapolar los resultados de los experimentos en laboratorio a situaciones más generales (aunque, como Frank y sus colaboradores recuerdan, las tareas experimentales permiten un control de los incentivos a un nivel imposible en experimentos de campo).
Tomando como referencia el artículo de Frey y Meier, en «Selection or indoctrination: Why do economics students donate less than the rest?», Yoram Bauman y Elaina Rose complementan sus resultados utilizando una metodología similar (datos administrativos sobre donaciones a diversos programas sociales hechos por estudiantes universitarios) para confirmar que las menores donaciones de los estudiantes de Economía se deben a un efecto de autoselección, y para concluir que no existe un efecto «adoctrinamiento» en estudiantes de Economía… pero sí en estudiantes de otras carreras que han estudiado asignaturas de Economía.
¿Qué podemos esperar entonces de los economistas? ¿Cooperarán (al menos en situaciones cotidianas) o no? Por mi parte os diría que sí pero, por un lado, sería mera evidencia anecdótica, y por otro, sería lo que diría cualquiera que acabara jugando «Confesar» en el dilema de los presos. Por tanto, resumiendo lo visto hasta ahora, parece que los estudiantes de Economía tienden a cooperar en menor medida; que este efecto se presenta especialmente en tareas experimentales, no tanto actividades más cotidianas; que no está completamente aclarado el motivo de esto; que la exposición al Homo Economicus, que no agota el modelo ser humano en la Economía, puede ser una explicación.
Por último, decir que hasta ahora me he centrado en un único rasgo de los estudiantes de Economía (el hecho de ser más o menos cooperativos que el resto). Sin embargo, se han estudiado (aunque en menor medida) otras características de este grupo: por ejemplo, un artículo reciente, «The happiness of economists: Estimating the causal effect of studying economics on subjective well-being», de Justus Haucap y Ulrich Heimeshoff, el primero en el que se estudia el efecto de estudiar Economía sobre el bienestar subjetivo. Aquí, los autores encuentran una relación positiva entre ambos. Podríamos encontrarnos ante el efecto tal vez paradójico (o no no tanto para algunos) de que el incremento del egoísmo se asocia con una mayor felicidad.
Como advertencia, diré que, aunque exista evidencia de que los economistas somos menos cooperativos y más felices que la media, tenemos que recordar (una vez más) que correlación no implica causalidad, que son temas de investigación que siguen abiertos, y que, en general, si bien se encuentran efectos por tipo de estudios, estos efectos son más bien pequeños. Para acabar, si el tema de estudiar Economía da para encontrar efectos curiosos, ¿qué opinar de quienes estudian o son profesores de Ética, quienes parece que actúan de forma tan o menos ética que los demás?
¹ Mucho se puede escribir sobre qué es (y qué no es) el «egoísmo» en Economía. Como no es el momento ni el lugar de entrar en detalles, tomaré la definición «popular» del término.
² El dilema del prisionero es una situación en la que dos individuos (detenidos por la policía) deben decidir de forma aislada si confesar o no confesar un delito. Si uno confiesa y su compañero no, el delator sale libre y el otro es condenado a una pena que es mayor que la que correspondería al caso en el que ambos callaran, e incluso al caso en el que ambos confesaran. Por lo tanto, y dado que no existe forma de garantizar que la promesa de «no confesar» se mantendrá, ambos tendrían incentivos de confesar, aunque sepan que estarían mejor si no lo hicieran. Cf. Enlace a Wikipedia
Creo que sería interesante estudiar otras carreras o incluso facultades concretas. Es vox populi la poca cooperación entre estudiantes de medicina en general (al menos en España) y entre estudiantes de aeronáuticos de madrid. Si se encontrasen las mismas desviaciones podrían ayudar a encontrar una posible explicación común
Las preguntas que me hago son ¿tienen esa actitud por la formación recibida o estudian economía porque son inicialmente egoístas?, ¿los estudiantes de 1º han tenido tiempo de realizar este cambio o son inducidos por sus profesores? y el estudio realizado fuera del laboratorio así parece indicar en el tema económico y no así en el social.
Tras analizar las dos estrategias, con resultados, aptitudes y comportamientos, pienso que también se deberían estudiar el contenido de los libros de texto utilizados para ver en qué medida pueden inducir a la deshonestidad y egoísmo.
Lo que sí está claro es que la economía y la sensibilización social van por caminos muy distantes y difíciles de convergir.
También que el ser humano es egoísta por naturaleza y que el entorno familiar, social y estudio puede influir en que ese comportamiento sea más o menos evidente y la Economía es el mejor medio para ello, ya que su fin es tener beneficio por encima de todo y sin ningún sentimiento ni corazón.
Elegir alumnos de primero puede ser práctico, pero no son un buen ejemplo de gente que «sabe mucho de economía». Como mucho de gente que «desea saber economía».
Asumir egoísmo y racionalidad perfecta es un recurso que permite modelos muy simplificados y aún así útiles. Que suelen ser los primeros que ven ver los alumnos. También hay modelos económicos más complejos que incluyen características como la aversión a las pérdidas, etc.
En fin, que las opiniones divergen. Scott Adams, el autor de Dilbert, opina que saber de economía es como un pequeño superpoder.
http://dilbertblog.typepad.com/the_dilbert_blog/2007/10/mild-super-powe.html
El economista Bryan Caplan opina que saber de economía te derrite el cerebro. http://econlog.econlib.org/archives/2015/04/how_econ_melts.html