El misterioso caso de la Cárcel de Stanford

Dentro de un momento, llamarán al timbre de tu casa. Al abrir, una pareja de policías preguntará por ti. Sin comerlo ni beberlo, mientras los vecinos se asoman al descansillo, te acusarán en voz alta de robo con violencia y allanamiento, te detendrán y te llevarán, primero, a la comisaría más cercana y después a la prisión provincial.

Allí, serás desnudado, cacheado y todos tu orificios serán inspeccionados a fondo. Te despiojarán, desinfectarán y te darán un uniforme: además del mono numerado, incluirá una pesada cadena enganchada a la altura de los tobillos, unas sandalias de goma y una gorra de nylon. Solo eso. Sin ropa interior, sin calcetines. Te sentirás humillado. Y entonces, poco importará tu identidad, tus creencias o valores, te habrás convertido –emocional, física y psicológicamente– en un preso.

Eso fue lo que les pasó a nueve jóvenes californianos el 15 de agosto de 1971 durante uno de los experimentos más conocidos de la historia de la psicología: el experimento de la cárcel de Stanford. O al menos, eso es lo que nos han contado.

No está claro que esta interpretación (la ‘situacionista’) tenga alguna validez. ¡Qué digo validez! No está claro que tenga ningún sentido.

La historia popular nos relata, a grandes rasgos, como un psicólogo social, Philip Zimbardo, reunió a 21 estudiantes universitarios ‘normales’, les asignó un papel al azar (unos de presos, otros de guardias) y los metió en una cárcel falsa. Allí, en pocos días y como por generación espontánea, aparecieron las agresiones verbales, los motines e incluso la tortura. El plan inicial era mantenerlos allí durante dos semanas, pero la situación se hizo tan insostenible que hubo que dar por finalizado el experimento en tan solo seis días.

Por eso, cuando los periódicos nos hablan de unos Mozos de Escuadra condenados por torturas o los abusos de Abu Ghraib, siempre hay alguien que dice «como en la película de El Experimento«, film basado en este experimento.

Es más, no sólo lo dice la historia popular, sino la mayoría de los manuales de psicología social. Si le preguntas a tu psicólogo de guardia, lo más probable es que te confirme, entre maravillado y horrorizado, lo que son capaces de hacer las situaciones a personas normales y corrientes.

Ya conocen la historia, ahora les contaremos la verdad

No obstante, la afirmación de Zimbardo de que, gracias a sus situaciones y roles, los estudiantes se habían ‘convertido’ en prisioneros y guardias, no goza de buena salud. No está claro que esta interpretación (la ‘situacionista’) tenga alguna validez. ¡Qué digo validez! No está claro que tenga ningún sentido.

Desde las primeras críticas (Banuazizi y Movahedi, 1975), se puso en duda que en el experimento ocurriera algo por ‘generación espontánea’. Banuazizi y Movahedi demostraron convincentemente que la misma presentación del experimento predisponía a los participantes a pensar que el comportamiento de los guardias iba a ser «opresivo y hostil». Si a eso le sumamos que, hacia finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado, salieron a la luz numerosos casos de disturbios carcelarios y brutalidad por parte de los guardias (Gray, 2013) en Estados Unidos, se hace evidente que cualquier persona seleccionada con la premisa de «participar en un experimento psicológico sobre la vida en las cárceles» (como de hecho se hizo) podía tener una idea preconcebida muy clara de lo que se estaba buscando (Carnahan y McFarland, 2007).

Tampoco podemos decir que los guardias no recibieran instrucciones. El proceso de detención que he descrito arriba fue diseñado explícitamente por los investigadores para «humillar y castrar» a los prisioneros. Como el mismo Zimbardo ha reconocido recientemente (2007) y otros investigadores llevan tiempo señalando (Banyard, 2007; Gray, 2013; Haslam & Reicher, 2012), su papel fue más allá de lo que en un primer momento se dijo: tenía asignado el papel de «Superintendente» y ejerció como tal para que los guardias no tuvieran demasiado espacio a la imaginación. Los guardias fueron aleccionados tanto explícitamente en las reuniones diarias que se mantenían con el equipo investigador, como implícitamente al no ser ‘llamados al orden’ conforme iban aumentando el nivel de hostilidad y agresividad.

En un contexto como este, ese silencio por parte del investigador podía ser interpretado sin problemas como aprobación (Gray, 2013). Uno de los guardias, Dave Eshelman, confesó años después que, en cierta forma, él estaba llevando su propio experimento, «¿Hasta dónde podríamos llegar, cuánto podríamos abusar, hasta que estas personas (los investigadores) dijeran ‘ya basta’?» (Ratnesar, 2011).

Uno de lo asesores del experimento, el exconvicto Carlo Prescott, escribió una carta al Stanford Daily titulada ‘La mentira del experimento de la cárcel de Stanford‘ en el que se arrepentía profundamente de su participación y acusaba a Zimbardo de haber manipulado el comportamiento de los guardias para demostrar su conclusión (Griggs, 2014).

Como ven metodológicamente el estudio es muy pobre: ni doble ciego, ni control de variables externas, ni un largo etcétera. Hasta tal punto que en el año 2002, y con financiación de la BBC, cuando Haslam y Reicher (2005, 2012; Reicher y Haslam, 2006) llevaron a cabo una ‘réplica’ del experimento pero evitando incentivar la hostilidad y los resultados fueron francamente decepcionantes para la hipótesis zimbardiana.

Pero la cosa no se queda aquí. Como señala Griggs (2014), el experimento de Zimbardo ha sido criticado por problemas de generalizabilidad y validez ecológica (Fromm, 1973), el posible sesgo en la selección de participantes (Carnahan & McFarland, 2007; McFarland & Carnahan, 2009), por problema éticos (e.g., Savin, 1973) o por no dar cuenta de las diferencias individuales observadas (McGreal, 2013).

No es de extrañar que no se publicara en ninguna revista prestigiosa del área de la psicología social. Lo realmente curioso, como dice Ribkoff (2013) es «que pese a los obvios problemas conceptuales, metodológicos y éticos, el Experimento de la Cárcel de Stanford y las conclusiones propuestas por Zimbardo y otros siga siendo citado constantemente en entornos sociológicos, pedagógicos, políticos, legales y populares como una prueba del ‘poder de la situación’…».

Entonces, ¿cómo llegó a ser tan exitoso y conocido este experimento?

¿Cómo pudo un experimento mal diseñado, publicado en una revista de segundo o tercer orden, llegar a ser tan respetado y popular? Para entenderlo, como dice Maria Konikkova, tenemos que irnos a octubre de 1971. Menos de dos meses después de la finalización del experimento y mucho antes de que ningún análisis de él hubiera sido publicado (ni probablemente, añado yo, realizado), Philip Zimbardo fue invitado a hablar como experto en la comisión para la reforma de prisiones del Congreso americano.

Tal y como comenta Konikkova, pese a que Zimbardo explicó bien el diseño del experimento, describió el estudio como «un intento para entender qué significaba psicológicamente ser guardia y ser prisionero». Explicó que los participantes eran «la cream de la cream de su generación», que los guardias no habían sido aleccionados y que eran libres de crear «sus propias normas para mantener el orden, la ley y el respeto». También expuso que «una amplia mayoría de los participantes no fueron capaces de diferenciar claramente entre su rol en el experimento y su ser verdadero».

«La experiencia del encarcelamiento deshizo, aunque fuera temporalmente, toda una vida de aprendizaje; los valores fueron suspendidos, los autoconceptos fueron desafiados, y el lado más feo, básico y patológico de la naturaleza humana emergió a la superficie», cito textualmente. Y siguió en esa línea durante los siguientes años ya fuera en entrevistas televisivas o en tribunas para los medios más populares de EE.UU.

Zimbardo distorsionó tanto la imagen del experimento ante la opinión pública que, para cuando se publicaron los artículos sobre el tema y sus consecuentes críticas ya no había nada que hacer. El relato mítico ya estaba lanzado

Zimbardo distorsionó tanto la imagen del experimento ante la opinión pública que, para cuando se publicaron los artículos sobre el tema (1973a, 1973b) y sus consecuentes críticas (Banuazizi y Movahedi, 1975), ya no había nada que hacer, el relato mítico ya estaba lanzado. Lo demás es historia.

O más bien historias. Historias, algunas falsas, otras reales como la vida misma, que os iremos contando en esta nueva serie de mitos y realidades de la psicología que empezamos hoy. Preparados, listos, adelante.

Si te ha gustado el post, no olvides compartirlo. Recuerda que tienes todas estas opciones disponibles para seguir a Rasgo Latente.

24 thoughts on “El misterioso caso de la Cárcel de Stanford

    • He llegado aquí de rebote. Felicidades por el artículo. Solo quería hacer un comentario acerca de los Mossos d’Esquadra: si bien saltó a los medios públicos una serie de casos de maltratos practicados por agentes de este cuerpo, casos espectaculares debido a las imágenes de los maltratos en las salas de interrogatorio y juicios posteriores que parece que les colgaron ya el San Benito de maltratadores, y que esta cuestión les ha acompañado luego cada vez que ha habido problemas en una detención planteando la duda si los problemas fueron causados por ellos, me gustaría hacer algunas puntualizaciones:
      – la mera existencia de esas cámaras escondidas para los propios agentes y en consecuencia de imágenes en las salas de interrogatorio, y su difusión posterior, si bien muestran maltratos también muestran un ejercicio de control interno inexistente en otros cuerpos de policía españoles. No conozco casos de la existencia de cámaras ocultas en salas de interrogatorio de la Guardia Civil o la Policía Nacional para el control del comportamiento de los agentes, cuya existencia sea desconocida por los propios agentes.
      – los Mossos se encuentran bajo un control más estricto y una presión política y mediática superior a la de otros cuerpos debido a ser una «rareza» bastante incomprendida en España. La opinión pública, los medios de comunicación y los políticos del turno en el Estado pueden tener un sesgo en su contra interesado por cuestiones políticas o nacionales. No dejan de ser un cuerpo «nuevo», visto como un «capricho» «nacionalista» que para muchos debería desaparecer para así voler a la normalidad, es decir, Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil. Ese sesgo se traduce en ataques en los medios, tertulias y artículos y doble rasero a la hora de condenar sus actuaciones o ponerlo de ejemplo como mala policía, que genera una imagen social negativa de este cuerpo.
      – la imagen de maltratadores también se debe a que el Parlamento del cual dependen es de los más plurales de España, con comisiones de investigación que han funcionado y que no han dudado en investigar casos de maltratos y lesiones provocadas por agentes de este cuerpo y que incluso han llegado hasta la prohibición del uso de pelotas de goma en sus antidisturbios debido a las lesiones provocadas por su uso.
      Es por todo eso que, sin negar las evidentes acusaciones ni lesiones, y sin tratar de defender los malos actos provocados por agentes de los Mossos, considero injusto que se les considere un cuerpo especialmente maltratador por: la ausencia de los mismos controles internos en otros cuerpos de policía (CNP y GC), la ausencia del mismo funcionamiento democrático de su Parlamento de referencia (léase caso de las pelotas de goma), y por lo tanto la ausencia del mismo rasero a la hora de comparar los distintos cuerpos ( ¿no provocan lesiones las pelotas de goma disparadas por la Policía o la Guardia Civil? ¿no se maltrata en las salas de interrogatorio, internamiento o confinación de la policía o gc? etc ) y la finalidad ideológica y política que hay bajo esa mala fama (consciente o no) .
      Considero pues injusta esa mala fama no porque no la merezcan, sino por que otros que creo que la merecerían más son protegidos y ocultados por cargos políticos y medios de comunicación, sin una mobilización visible de la sociedad, como si estuviera mal lo malo que hacen los policías de «los otros» pero bien cuando lo malo lo hacen «los nuestros»; y eso hay que ponderarlo, no dejarse llevar. El sesgo y el doble rasero son evidentes.
      Finalmente quería comentar que ese «cuerpo raro» que son los Mossos es de hecho la policía más antigua, no ya de España sino de Europa. Fue fundada como cuerpo de policía a principios del siglo XVIII y con mayor o menor fortuna, ha seguido existiendo bajo los avatares de la historia desde entonces. Había Mossos en tiempos de la transición, durante el franquismo, durante la república, etc
      pd. esta opinión no pretende ser una defensa de los mosos. No soy mosso, no tengo familiares ni amigos que lo sean, y no he tenido apenas tratos con ellos. Pero me molesta que se los considere un ejemplo de policía maltratadora porque lo creo injusto, sesgado o superficial cuando se compara con el cnp o la gc. Apremio por ello a que aumenten los controles en los mosos pero sobretodo a que esos mismos controles existan también en el resto de cuerpos. Ya puestos a desmontar mitos..

      • Gracias, Jordi, por el comentario.

        No sé si te ha dado la impresión de que estaba diciendo nada negativo sobre el cuerpo de Mossos, pero no era mi intención. Era sólo un pequeño apunten al margen para hacer avanzar la narración. De todas formas, me alegro de poder aprender más cosas (y muy interesantes) sobre los Mossos.

        Un abrazo,

  1. En el ámbito de los experimentos psico-sociales el control total de las variables que pueden determinar o influir en el resultado de la experimentación es casi imposible. Son muchos los casos de investigadores serios, que no buscan la fama y gloria si no el conocimiento, que han diseñado experimentos complicados y que después sus colegas han ido desbrozando todos los errores de diseño que dejaban el experimento cercano a la nulidad.

    Bueno el artículo. Saludos.

    • Buenos días. Gracias por el comentario. Hay que diferenciar entre el error inherente a cualquier investigación. Se trabaja con muestras y, por ello, los resultados no pueden ser iguales a los de la población. Pero aquí no hablamos de errores como los hay en otros estudios. Aquí hablamos de intención a priori de obtener unos determinados resultados y de cómo se forzó la dinámica de la investigación para asegurarse de conseguirlos. Hablamos de un experimento mal diseñado y mal interpretado. Hablamos de un experimento que se ha criticado repetidas veces a lo largo de los últimos más de 40 años, críticas obviadas por Zimbardo e ignoradas por la mayor parte de los libros de texto y profesores de Psicología Social.

    • Buenas tardes, Aitor. Gracias por la referencia. Desgraciadamente, en ese libro Zimbardo ofrece una visión totalmente acrítica, más bien complaciente, del experimento. Durante décadas el profesor Zimbardo ha obviado o respondido de forma insatisfactoria a los académicos que han expuesto las limitaciones del experimento de la cárcel de Stanford.

  2. Titular cebo: «El experimento de la cárcel de Stanford, ¿un mito?» sugiere que el experimento es una invención nunca realizada, pero luego en el texto eso no se dice para nada. Categoría «formas desesperadas de atraer la atención».

    • Nosotros entendemos que, más bien, es hacer más breve un título: [La interpretación habitual de] El experimento de la cárcel de Stanford, ¿un mito?.

      Por lo demás, como experimento, nunca fue realizado, porque eso no es un experimento.

      Un saludo.

  3. Maquiavelo ya demostró en su momento que tú teoría sobre el poder está equivocada. Insinuar que el poder sin control es bueno en manos de personas buenas (en un sentido judeocristiano de mundo platónico de ideas inamobibles) ya se ha demostrado en la Historia bastante errado. Es una defensa cerril de una sociedad jerarquizada con amos y dominados, pero en la que es posible vivir en armonía si los opresores son «bondadosos», como en aquel mito ilustrado. Y no es que cada individuo vaya a responder de igual manera en un cargo de poder, ni mucho menos, sin embargo, es de facto habitual que poner demasiada responsabilidad en una persona solo conduce al sufrimiento y a la tiranía.

  4. Hola:
    Me parece que tu post no está bien documentado y sobre todo, el intento de menospreciar a «tu psicólogo de guardia» me parece absurdo. En cualquier manual de psicología en el que se explica el Experimento de Stanford se explica, claramente, que los roles de los guardias y los prisioneros conllevaban ciertos handicaps, porque a todos cuando se nos asigna un rol, damos por hecho ciertos handicaps que tiene que ver con ese rol. Por lo tanto me parece un artículo sesgado. Es cierto que cuando se hizo el experimento quizá no se apreciase todo lo que realmente se iba a sacar con e´l, y que los hechos que se produjeron no habían sido previamente tenidos en cuenta, quizá porque los estudios psicológicos son aún muy jóvenes, y en aquella época aún más, por lo que no pudieron predecir qué pasaría, pero desde luego se sabe, y ya se supo por aquel entonces, que las cosas no ocurren por «generación espontánea», puesto que la psicología es una disciplina científica y por lo tanto los experimentos son para explicar algún hecho o formular una hipótesis, y en la ciencia hace mucho ya que la «generación espontánea» no se utiliza como explicación a nada.
    Me parece un artículo sesgado basado en otro artículo del New Yorker tambíen sesgado y algo sensacionalista.
    Los científicos muchas veces no hacemos las cosas bien en los experimentos, pero bien sabemos que las cosas no se dan por generacón espontánea, y menos cuando tiene que ver con la psique humana.

    Un saludo

    • Hola, Leticia

      Me parece muy interesante lo que comentas. Admito que me puedo equivocar e incluso que puede habérseme escapado alguna referencia importante: no es lo más probable, pero esa posbilidad siempre existe y estoy abierto a ella. A nivel personal, uno de los motivos por los que publico en Rasgo Latente es para aprender, para que vosotros en los comentarios me ayudéis a mejorar las respuestas que me voy dando en mi trabajo. Por eso te invito (si tienes tiempo y te apetece) a que me pases, en comentarios o por mail, toda la documentación y bibliografía que crees que no he tenido en cuenta. Estaré encantadísimo de discutirlas y de retractarme llegado el caso.

      Mientras tanto, solo puedo decirte que sería llevarse a engaño el hecho de pensar que no he leído (y estudiado) los textos de Zimbardo y de sus críticos. Hasta donde he podido comprobar (y a falta de la bibliografía que me puedas pasar) el experiemento ya tenía problemas (muchos) para el estándar de la época. Y hay mucho soporte documental para sostener este juicio: a las referencias que doy en el post me remito.

      No obstante, ya te digo que sería una gozada para mi, que me encanta (y trabajo en) la historia de la psicología, poder charlar largo y tendido sobre estos temas. Así que aquí queda mi invitación expresa para que expongas tus críticas de forma más concreta y podamos entre todos mejorar este post.

      Un abrazo,
      Javi

  5. Estimado Javier. Muy buena tu crítica sobre la metodología y sobre todo por citar la réplica más moderna que no dio los mismos resultados.
    Yo soy investigador en matemática aplicada y me acerqué al tema por una aterradora experiencia que tuve por un juicio malintencionado con abogados y jueces. Vivo en Paraguay pero nací en Argentina, en Paraguay no hay colegiación obligatoria para los abogados, y yo sabía que la profesión figuraba como la segunda con mayor cantidad de sicópatas (Kevin Dutton, La Sabiduría de los sicópatas), pero lo que me sorprendió es encontrar del orden de 20 abogados con los que tuve contacto estos últimos dos años es que TODOS eran perversos, ladrones, incumplidores e insensibles al dolor ajeno. Pese a tener mucha experiencia de vida nunca me había encontrado con semejante cantidad de gente disfuncional. Por mi experiencia me daba cuenta que tenían impunidad ya que no hay colegiación con Tribunal de Ética, que me cobraban la mitad por adelantado y que les tenía que dar un poder para que ellos manejen mi caso, ante esa evidente minusvalía los tipos sacan a luz sus instintos primarios y en vez de ayudar al CLIENTE lo castigan. Por eso me gustó lo de Zimbardo pues me veía como uno de los presos y los abogados como los carceleros. También por analogía todos sabemos que hay gente que es buena porque no tiene posibilidad de ser mala, y por ejemplo le das poder y aflora un monstruo. Un gusto conocerte y gracias por los datos, los míos pueden ser útiles para un experimento con mayor envergadura sobre los abogados que parece que en todo el mundo tienen mala fama.

    • Hola, Mauricio. Encantado de tenerte por aquí.

      Me han acusado varias veces de copiar a Konnikova. Me lo tomo con deportividad. Aunque la idea de ir exponiendo los avances historiográficos en psicología es una de las que hizo que pusiéramos en marcha el blog y aunque el post llevara meses en barrica, eso no puede saberlo nadie más que un servidor y el equipo de Rasgo Latente. Cuando se te adelantan, se te adelantan. Así que cuando salió el reportaje del New Yorker, no dudé en tomar las ideas que me parecieron interesantes y no había recogido previamente de los 15 artículos académicos que cito en el post. Es más, he de reconocer que los ligeros fallos de Konnikova (nada muy procupante, creéme) fueron parte del acicate para publicar a Zimbardo antes que a Milgram, Phineas Gage o Kitty Genovese.

      Curiosamente, nunca nadie hasta ahora había destapado la impostura que cometo en el post de no «citar la fuente de la que saqué casi todo el artículo». Mi más sincera enhorabuena y mis disculpas. Supongo que nadie lo había descubierto todavía por eso de que sí que está citado. No lo sé, pero tampoco es muy importante.

      Por lo demás, me hubiera gustado hablar sobre el tema de fondo (la validez y la fundamentación de las conclusiones), pero resulta algo difícil. Personalmente, me gustan como suenan las conclusiones del artículo de marras: el asunto es que a) este es un artículo de historia de la psicología y en ese terreno se queda y b) sinceramente nunca he tenido claro en que se sostienen las conclusiones de Konnikova (y, por tanto, no he podido evaluarlas críticamente). Si puedes aportar algo de luz, me encataría escuchar tu opinión. Por tu respuesta en ask.fm sólo he podido intuír que se basa, en parte, en los trabajos de Arendt. Aunque supongo también me podrás pasar alguna referencia relevante.

      Un abrazo y, de nuevo, encantado de tenerte en esta casa que es tuya.
      Javi

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *