El psicólogo y el científico: Razones para la Metodología en psicología

Hace algo menos de un año escribía sobre las razones por las que considero que la Metodología de las Ciencias del Comportamiento es un contenido de especial relevancia en la formación de futuros psicólogos. Las resumí en estos cuatro puntos:

  • Alfabetización estadística
  • Percepción social de la psicología
  • Para entender el pasado, el presente y el futuro de la psicología
  • Como un área de conocimiento y laboral más

Las actividades de los psicólogos se pueden ubicar según dos ejes básicos: (1) actividad científica-no científica, y (2) actividad aplicada-investigadora. En ocasiones, parece que desde la universidad igualamos actividad investigadora con científica. Sin embargo, son múltiples los ejemplos de investigación fuera de los requisitos de la ciencia. Y, más importante, este énfasis ciencia-investigación puede generar la impresión de que la actividad aplicada –la mayoritaria entre los psicólogos– no ha de enmarcarse dentro de los principios de la psicología basada en pruebas, es decir, la científica. Para que vean por dónde quiero ir: ¿Cuántos se sorprenderían si un profesor universitario dijera de sí mismo que es, de ocupación, científico? ¿Y cuántos lo harían si lo dijera un psicólogo aplicado? Me encantaría que un psicólogo de instituto, de recursos humanos, en consulta privada, etc., dijera: «Yo soy científico, psicólogo científico». Sería una buena noticia.

En ocasiones parece que estamos ofreciendo desde las aulas formación tan solo de una de las varias psicologías disponibles. Una de corte científico, que damos por buena, y sustentada en libros y manuales. Esto tiene dos implicaciones. La primera, que cuando los estudiantes se incorporan al mercado de trabajo ven delante de sí un catálogo mucho más amplio de psicologías muy dispares: la de calidad, las desfasadas y las que nunca tuvieron sustento científico. Se encontrarán con esto porque se lo mostrarán sus colegas de profesión, porque lo verán en los medios de comunicación y porque el propio Colegio Oficial de Psicólogos no pondrá freno a la psicología sin respaldo científico. Nuestro énfasis como docentes en una única parte del catálogo, sin justificar los porqués y sin aprender a analizar los argumentos de la pseudociencia. Este enfoque no les ayudará a que sean capaces de elegir cuando tengan más de una opción. La segunda implicación es que habrá quien entienda que la psicología es y será aquello que le enseñaron en la carrera y no encontrará motivos para seguir formándose.

Nuestro énfasis como docentes en una única parte del catálogo, sin justificar los porqués y sin aprender a analizar los argumentos de la pseudociencia, no les ayudará a que sean capaces de elegir cuando tengan más de una opción.

Hemos de aceptar que la pseudociencia es tremendamente tentadora. La ciencia, casi por necesidad, es contraintuitiva. Todos tenemos gran cariño a nuestras propias intuiciones sobre el funcionamiento de las personas. En especial, quien se ha formado como psicólogo. Aceptar la ciencia como guía de la práctica es aceptar que el suelo se va a mover debajo de nuestros propios pies, que eso que «yo sé que funciona» tal vez no lo haga realmente, que unas pruebas estandarizadas o una entrevista estructurada me van a dar más información que mi «ojo clínico de muchos años de experiencia». Es aceptar que sabemos muy poco de qué mueve a cada persona o de qué es útil con cada persona, pero estamos encaminados para saber qué funciona o qué mueve a las personas en general. Si bien conocer la estatura de una persona nos puede ayudar a averiguar su peso, esta estimación vendrá acompañada siempre de cierta incertidumbre: no asegura que esa estimación del peso y la realidad vayan a coincidir. Así, conocer psicología nos ayuda a anticipar, explicar y modificar conductas, pero, –al igual que con la estatura y el peso– siempre habrá una importante incertidumbre. Otros venderán seguridades con un lenguaje que enlaza a la perfección con los sesgos y heurísticos que todos usamos. Y competir con ese lenguaje, con esa lógica, con quienes ofrecen certezas, no es fácil.

Aceptar la ciencia como guía de la práctica es aceptar que el suelo se va a mover debajo de nuestros propios pies.

Al arrancar mi asignatura de 2º de grado le planteo a los estudiantes, entre otras tareas semanales, que redacten un pequeño texto sobre la posible utilidad de la morfopsicología y la grafología en el campo de la selección de personal. La respuesta mayoritaria es que ambas son herramientas valiosísimas. Las fuentes sobre las que apoyan estas afirmaciones son las tres-cinco primeras salidas de Google al buscar ‘grafología (o morfopsicología) selección personal’. Como es de esperar, quienes salen bien ubicados en estas búsquedas consideran que el producto que venden es maravilloso, pese a que, en realidad, es puro humo.

Los retos de hacer sensibles y conscientes a los futuros psicólogos (¿a los presentes también?) sobre la necesidad de que la ciencia guíe nuestra actividad profesional, de que puedan actualizarse y que consigan analizar de forma crítica la oferta de múltiples psicologías a la que se expondrán, son inmensos. La Metodología de las Ciencias del Comportamiento tienen un papel importante en este proceso educativo, papel que comparte con el resto de las áreas de la Psicología universitaria. Tenemos la suerte de contar con documentos de excelente calidad que nos orientan sobre los principios pedagógicos y objetivos para las asignaturas de Metodología. En este post, hablo sobre ello.

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