Xenofobia en los medios, contaminación del debate político

Recientemente, cierta propaganda electoral del PP de L’Hospitalet (Barcelona) ha sido ampliamente difundida a través de las redes sociales debido a su fuerte poso xenófobo. Entre aquellos que quieren beneficiarse de nuestros impuestos señalan a los inmigrantes… y quienes abren negocios de kebabs. En Sicilia surgen carteles racistas después de las tragedias de los naufragios. Por motivos evidentes, no reproduciremos los carteles. Este tipo de mensajes xenófobos contaminan el debate político por diferentes motivos que van desde factores sociales a cognitivos. Agitan al predispuesto e influyen de manera sutil en el no convencido.

En primer lugar, vamos a plantearnos cómo es posible que carteles así pueden ser herramienta de captación de voto. Uno de los motivos básicos, a veces olvidado por evidente, es que los inmigrantes o bien no pueden votar en nuestro país o, si pueden, tienden a no hacerlo. Luego no hay mucho que temer en pérdida de adhesión por parte de este colectivo.

Veamos ahora la opinión de aquellos con nacionalidad española sobre la migración. Los datos del CIS del 2012 nos resultarán muy útiles para ello. Tal y como se refleja en la gráfica siguiente, la valoración de la inmigración, en promedio, se sitúa en un punto de relativa indiferencia.

Apreciación general de la inmigración cuando se pregunta a la población española.

Apreciación general de la inmigración cuando se pregunta a la población española. La opción ‘ni positiva, ni negativa’ no era leída por el entrevistador.

Sin embargo, el patrón de resultados cambian de forma importante cuando consideramos la orientación política de los encuestados. Tal y como hemos comentado previamente en este blog, las personas conservadoras presentan una menor apertura a la experiencia. No es de extrañar, pues, que cuando desagregamos los datos según recuerdo de voto en las generales de noviembre de 2011, los votantes de partidos conservadores presentan respuestas en mayor medida inclinadas hacia la valoración negativa. (Presentamos resultados solo para partidos con voto recordado por al menos 50 encuestados. Dada la reciente y rápida caída en desgracia de UPyD, omitimos los datos de este partido de los análisis).

part_valoracion

La respuesta más extrema (muy negativa) están muy concentradas en partidos conservadores.

Si puntuamos las diferentes alternativas de respuesta para que vayan desde 1 = Muy positiva hasa 5 = Muy negativa, luego valores más altos corresponden a mayor rechazo, las medias serían:

  • Para votantes del PP = 3.31 (desviación típica = 0.98).
  • Para votantes del PSOE = 2.84 (DT = 1.01).
  • Para votantes de IU (ICV en Cataluña) = 2.33 (DT = 0.86).
  • Para votantes de CiU = 3.26 (DT = 0.98).
  • Para el conjunto de los encuestados = 2.99 (DT = 1.03).

Otro modo de valorar la actitud ante la inmigración es pidiendo a los encuestados que evalúen si los inmigrantes aportan más o reciben más del Estado.

part_aportacion

Dejando las alternativas de respuesta en un rango desde 1 = Reciben mucho más de lo que aportan hasta 5 = Mucho menos de lo que aportan, pasando por 3 = Reciben tanto como aportan, donde valores bajos sería considerar como receptores a los inmigrantes, tenemos las siguientes medias:

  • Para votantes del PP = 1.91 (desviación típica = 0.88).
  • Para votantes del PSOE = 2.35 (DT = 1.00).
  • Para votantes de IU (ICV en Cataluña) = 2.62 (DT = 0.92).
  • Para votantes de CiU = 1.63 (DT = 0.72).
  • Para el conjunto de los encuestados = 2.17 (DT = 0.97).

En general, consideramos en España a los inmigrantes como beneficiarios netos del Estado, y esta impresión es especialmente marcada en votantes del PP y, en mayor medida, de CiU. Sin embargo, percepciones aparte, los inmigrantes aportan más al Estado del Bienestar de lo que reciben.

Sea mediante gráficas o mediante medias, vemos que los votantes de partidos de derechas (PP + CiU) difieren de forma importante en su valoración de la inmigración con respecto a los votantes de los partidos de izquierdas (PSOE + IU). Eso sí, dentro de todos los partidos hay una amplia variabilidad en la opinión en estos temas de sus votantes, como se ve por las desviaciones típicas. Por ello, los mensajes muy polarizados pueden ser mensajes de riesgo, mensajes que no encajen para una amplia parte de los votantes.

Vistos estos datos, y desde el punto de vista de algunos grupos políticos, mostrar contenido xenófobo puede ser considerado como una estrategia atractiva. Consideramos que arriesgada electoralmente, pero, sobre todo, opción que supone inundar el ambiente social de mensajes que empeoran la situación de malestar con respecto a los inmigrantes y con efectos adversos para el conjunto de la ciudadanía.

Cuando un partido muestra mensajes con contenido xenófobo, está creando un ambiente de ansiedad intergrupal y fomentando el sentido de pertenencia. La ansiedad intergrupal es la sensación de incomodo ante la idea de tener que relacionarse con miembros de un grupo diferente al nuestro. Se aumenta el sentido de pertenencia porque se enfatiza el nosotros que deja necesariamente fuera a un ellos. De este modo, una amplia parte de la sociedad no va a tener contacto con los inmigrantes (¿quién quiere relacionarse con chupópteros?) y, de tenerlo, va a ser con las gafas del prejuicio negativo bien caladas. Esto es caldo de cultivo para una espiral creciente de estereotipos.

Al fomentarse el sentido de pertenencia a un grupo, ‘los de aquí’, se crea una imagen de ellos contra nosotros y se alimenta una identidad grupal basada en la nacionalidad. Esta identidad grupal exacerbada tiene su lado negativo: es muy complicado ser de aquí sin menospreciar a los de allá. No tiene que sorprendernos la relativa indiferencia con la que recibimos las noticias sobre cientos y miles de muertes en el Mediterráneo. Un inmigrante pobre, negro y en un barco atestado de gente por el mar tiene todos los puntos para ser un no-yo, alguien con el que es casi imposible tener mayor distancia psicológica. Si en condiciones favorables ya sería complicado conseguir que nos identificáramos con ese sufrimiento, estos mensajes lo dificultan en mayor medida.

Además, los mensajes electorales aumentan la participación de aquellos que tienen una opinión congruente con el mensaje –en este caso xenófobo–, pues perciben sus ideas reforzadas y avaladas (Matthes, 2015). En este sentido, podría verse la propaganda como un legitimizador del mensaje. Esta propaganda atrae a las urnas y a los partidos a personas con pensamiento extremo.

Este tipo de mensajes no solo afecta a las personas con ya cierto nivel de rechazo de partida hacia el inmigrante; podemos observar también efectos en aquellos que rechazan la xenofobia. Hay que tener en cuenta que los procesos cognitivos que tienen lugar cuando se lee detenidamente un texto son distintos de los que experimenta una persona que se se expone brevemente a un cartel. Por eso puede afectarnos de manera distinta y más sutil. Si nos ponen delante un texto xenófobo y lo leemos con atención, somos más conscientes del mensaje y podemos elaborar contraargumentos frente esos argumentos, hasta el punto de que el intento de persuasión tenga efectos contrarios a los deseados. Cuando leemos un flyer o un cartel brevemente (a un cartel se le dedica de media entre 1 y 2.5 segundos), esta reactividad desaparece. Cuando miramos rápidamente un mensaje corto y directo, este provoca y modifica reacciones más sutiles y viscerales (Gawronski, 2006). En otras palabras, exponernos a mensajes que asocian dos conceptos puede cambiar de forma no consciente la percepción de los mismos, es más probable que nos afecte un mensaje racista con exposición breve que con exposición larga.

¿Cuál es el efecto de mostrar propaganda con contenido racista? En Arendt (2015) encontramos evidencia experimental de que existen cambios en la actitud de las personas que se vieron expuestas a este tipo de mensajes. Si bien las actitudes explícitas –aquellas que mostramos conscientemente, aquello que responderíamos a una pregunta directa sobre nuestra valoración de los inmigrantes– no se ven afectadas, las implícitas –aquellas que se dan de manera automática sin tener nosotros consciencia de las mismas— sí muestran cambios. Un ejemplo de actitud explícita es la autoubicación en una escala de racismo.

racismo

La actitud implícita es habitualmente medida con la velocidad de asociación de conceptos. El efecto experimental es que tardamos menos en contestar a pares de palabras que están asociadas de manera automática para nosotros. Imaginemos que nos piden que comparemos el color en el que aparecen diferentes pares palabras en pantalla y que señalemos si ese color es igual o distinto. Las siguientes palabras se mostrarán todas en rojo: NEGRO / CRIMINAL frente a NEGRO / HONESTO. A una persona profundamente xenófoba le costará más tiempo ofrecer la respuesta ‘igual’ al par de palabras NEGRO / HONESTO. Estos efectos, con varios paradigmas experimentales, han sido profusamente investigados en las dos últimas décadas en el campo de la psicología social. Este tipo de paradigmas experimentales han mostrado cierto éxito en ámbitos como la prevención del suicidio.

La relevancia de estas actitudes implícitas en cuanto a votos no está clara (Lundberg, 2014). Sí existe cierta evidencia experimental de que estas actitudes implícitas cambian nuestras decisiones en algunos aspectos (Hoeger, 2009). Podemos afirmar que, si bien un cartel xenófobo no nos hará cambiar de decisión a la hora de votar –especialmente en los más decididos—, es posible que sí que afecte a decisiones menores tomadas sin especial atención en nuestro día a día.

No somos ajenos a los mensajes que se presentan en nuestro día a día, aunque sea de forma sutil. Los mensajes xenófobos contribuyen a empeorar el espacio público a múltiples niveles. En ocasiones, estos mensajes son lanzados por partidos cuyos votantes, en una parte importante, no comulgan por completo con esa xenofobia. Es hora de repensar la xenofobia en los medios y en el debate político.

3 thoughts on “Xenofobia en los medios, contaminación del debate político

  1. Muy interesante Guido. A mi juicio, el único modo de combatir esa clase de tendencias grupales pasa por subrayar al individuo. Si J. R. Harris tiene razón (y creo que así es) nuestros cerebro está preparado para operar con dos sistemas independientes que tienen que ver con la valoración de individuos concretos (sistema de relación) y con la valoración de grupos (sistema grupal). Por su independencia funcional (y probablemente estructural) podemos fácilmente ofrecer diagnósticos totalmente distintos sobre un individuo en concreto y sobre el grupo social al que se supone que pertenece. No vemos la contradicción porque los sistemas actúan por su cuenta. Por tanto, en lugar de luchar en una batalla perdida, pienso que deberíamos orientarnos hacia la minimización de la relevancia actual del grupo. Intenté explicar esto en una conferencia que organizó UPyD. Por si tiene algún interés, dejo un enlace: http://robertocolom.blogspot.com.es/2014/04/europa-identidad-o-ciudadania.html

    Saludos, Roberto

    • Muchas gracias Roberto por el comentario y el enlace. Tengo en menta echar mano a Harris : )

      Lo que no estoy tan seguro que lo de desvincular al individuo del grupo (no sé si lo entendí mal) pueda ser factible. Igualmente es un debate que los psicólogos debemos involucrarnos .

      Un saludo

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